Esta película basada en la vida real es una muestra de las cosas que tienen que vivir generalmente los inmigrantes –latinoamericanos particularmente– cuando se encuentran en un país con otro idioma, otra cultura y sin posibilidades de tener un empleo digno.
Normalmente el extranjero, en este caso el colombiano, es visto como el otro, rechazado y aislado por esto. Sin embargo la protagonista de esta película, Mariana, fue capaz de adaptarse a sus circunstancias por más adversas que fueron para ella y para sus hijos luego de haber sido abandonada por su esposo. A pesar de que no se ve claramente una identidad de colombiana, algo hizo que ella, al estar lejos de toda la cultura propia, de las personas conocidas, de la lengua materna, etc., buscara una cosa que la identificara, que la hiciera “idéntica” a los demás para poder salir adelante sin sentirse menospreciada por su condición de pobreza.
Queda muy en duda la identidad colombiana puesta en una empanada y en unos fríjoles con arroz o cosas por el estilo, pues en un país tan pluricultural es muy complicado unificar criterios en torno a una identidad y más aún cuando somos tan regionalistas, pero esto, a mi parecer, no es algo malo, pues finalmente todos somos seres humanos y debe de haber algo común a todos, algo que nos identifique aunque seamos chinos, rusos, colombianos, brasileros, franceses, etc.
Está bien tener una identidad como país, pero no es bueno que esto nos haga rechazar a los demás por ser “diferentes a nosotros”. No podemos permitir que la identidad de un país haga que sus gentes se conviertan en xenófobos, por el contrario, la identidad de un lugar debería permitirnos descubrir que por más “diferentes” que seamos, siempre habrá algo en lo que nos identifiquemos con los demás.
Carolina Correa Molina